El Sapo Avergonzado by José Leon Machado

El Sapo Avergonzado by José Leon Machado

autor:José Leon Machado
La lengua: spa
Format: epub
Tags: hadas, brujas, animales, fanulas, literatura infantil
editor: José Machado
publicado: 2018-01-28T00:00:00+00:00


La bruja y el caldero

MIENTRAS PREPARABA un caldo con unas hojas de col para la cena, la bruja constató que el caldero estaba agujereado. No era mucho, no señor. Un agujero pequeñísimo, casi invisible a los ojos, pero demasiado evidente para el ojo de una bruja experimentada como ella. Era sin embargo lo suficiente para, gota a gota, ir vertiendo los líquidos e ir apagando el fuego. Nunca le había pasado tal cosa.

Fue a consultar un libro de hechizos, adquirido en el tiempo en que andaba haciendo un curso superior de brujería por correspondencia, lo hojeó de punta a punta, confirmó el índice y nada encontró sobre la manera de solucionar el caso. ¿Qué podría hacer? Una bruja sin caldero era como un panadero sin horno. ¿De qué manera podría ella ahora preparar las horribles pociones?

Para las cosas más vulgares tenía de reserva dos botes. ¿Y si le surgía uno de aquellos casos en los que era necesario hacer una mezcla?

Como el que le pasó a la hija del aldeano que tragara una nube. La bruja tuvo la necesidad de hacer una vomitona especial con un trueno, romero, tres dientes de ajo, una semilla de calabaza seca, una ala de murciélago y cinco recortes de uñas de gato.

¿Y la chica vomitó la nube? ¿Pues cómo no habría de hacerlo? Con la potencia de la medicina, además de la nube, vomitó una gran lluvia de granizo que agujereó los tejados de las casas colindantes.

Era muy aburrido aquel agujero en el caldero. Ni la sopa del día a día podía cocinar. Se mantenía a pan y agua, qué más podía hacer, mientras no lograse encontrar una manera de solucionar el caso.

Pensó días seguidos en el asunto y empezó a desconfiar si el comerciante que le vendiera el caldero en el mercadillo muchos años atrás no la habría engañado con material de segunda mano. A ella, bruja inexperta y dando los primeros pasos en las artes mágicas, podría fácilmente haberle dado un caldero defectuoso.

Decidió entonces llevar el caldero al comerciante en el próximo mercadillo. Buscando en la sección de las ventas de utensilios de cocina, la bruja verificó que el comerciante ya no era el mismo. Era el nieto del otro, y claro, éste no se acordaba de aquella venta – ni podía – saber de las artimañas comerciales de su abuelo ahora fallecido. Quedó decepcionada. Le preguntó, sin embargo, qué podría hacer con el caldero agujereado. El comerciante lo miró, y volvió a mirar, le tomó el peso con ambas manos y dijo:

– Éste para lo que sirve es para colocar al lado de la puerta como florero. Con unos esquejes de geranios quedaba bien bonito.

La bruja se irritó tanto con esta sugestión que si no fuera por la gente que por allí andaba por la feria comprando y vendiendo, lo transformaba en un sapo. Pero le dijo:

– La solución me parece buena, sí señor. Pero dígame: Si pongo el caldero de tiesto, ¿dónde cocino yo después?

– En este nuevo que aquí tengo yo y con un precio bárbaro.



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